Un equipo de científicos de la Universidad de Tubinga, en Alemania, han descubierto un nuevo movimiento del ojo, conocido como el “movimiento de reubicación durante el parpadeo”, conocido originalmente como “Blink-Associated Resetting Movement» (BARM). Como es sabido, el pestañeo es una brevísima interrupción de nuestra percepción visual que nos permite lubricar los ojos y, además, aporta al cerebro frecuentes descansos, muy reparadores. Ahora, gracias a este descubrimiento, ya se conoce una función más del guiño.
El equipo de científicos de Alemania estudió los movimientos oculares de 11 personas mediante el rastreo con una cámara de visión infrarroja conectada a la córnea a través de pequeños cables fijados en ésta. Las conclusiones del estudio muestran que existe un tipo de movimiento sincronizado con el guiño que no se conocía hasta ahora.
El razonamiento parece ser el siguiente: el parpadeo sirve para recolocar el ojo después del movimiento que produce éste al ver un objeto que rota, tratando de estabilizar las pequeñas oscilaciones que se pueden producir. De hecho, no nos damos cuenta de esta recolocación porque se produce automáticamente cuando parpadeamos.
En la investigación, los científicos rastrearon el movimiento ocular de los individuos mientras éstos miraban fijamente un patrón rotatorio de puntos o lunares. El equipo observó que mientras los ojos se movían con el fin de seguir los puntos, se recolocaban con frecuencia para evitar los movimientos forzados que podrían sobrepasar los límites de los músculos del ojo y causar lesiones.
Una vez los ojos alcanzaban el límite de giro máximo, se recolocaban simultáneamente a través del parpadeo. El director de la investigación, Mohammad Khazali, explica que “podemos ver con agudeza gracias a la fóvea, un área de la retina sensible a la luz que necesita estar estable para escrutar de forma óptima los objetos de interés que se encuentran en el campo de visión”.
Por ello, la frecuencia y la amplitud del movimiento de reubicación durante el parpadeo depende de la distancia de la que se hayan desviado los ojos respecto a la posición neutra de la fóvea.